Mi Hijo es Misionero

 


Una sola fotografía — una madre abrazando a su hijo en su cumpleaños

Una sola fotografía — una madre abrazando a su hijo en su cumpleaños.
Un gesto sencillo, pero cargado de significado: nostalgia, temor y, al mismo tiempo, el orgullo más puro.
Orgullo de ver a un hijo dejar la comodidad del hogar para obedecer la voz de Dios, partiendo con valentía, aun sabiendo todo lo que esa obediencia costaría — para él y para quienes lo aman.

A Pedro Viana y Matheus Viana dedico este artículo y este plan bíblico, y también a sus padres, Fabi y Pastor Wilson, quienes aprendieron a vivir una fe que envía.

Para acceder al plan, haz clic en este enlace (Português)
https://www.bible.com/reading-plans/64379/


Cuando el Llamado no es Tuyo — pero es de Tu Hijo

La difícil entrega de los padres de jóvenes misioneros

Llega un momento en la vida de algunos padres en que el corazón es profundamente probado: el día en que un hijo o una hija llega con los ojos brillantes y dice:
“Dios me ha llamado a ir.”

Tal vez sea a otro país, a un campo misionero necesitado o a una entrega total al ministerio. Para algunos padres, esta frase suena como un regalo divino; para otros, como una puñalada en el pecho. Después de todo, quienes soñaron con seguridad, estabilidad y un futuro “asegurado” no estaban pensando en selvas, desiertos o países en guerra.

Pero el llamado misionero — como el viento de Juan 3:8 — “sopla donde quiere”. Y muchas veces ese soplo pasa por dentro de nuestros hogares, sacudiendo planes, miedos y el deseo de control.


El Llamado es Personal, pero el Envío es Familiar

Cuando Dios llamó a Abraham, el impacto no fue solo sobre él. Sara, Lot, los siervos y los bienes — todos fueron afectados.
El llamado de un hijo o hija nunca es aislado. Dios mueve toda la casa.

Los padres que aman a Dios deben entender que criar hijos para el Reino es, en cierto modo, prepararlos para partir.
No estás perdiendo a tu hijo. Estás cumpliendo la misión de haberlo preparado para obedecer a Dios.

“El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí.”
— Mateo 10:37

Jesús no dijo esto para causar dolor, sino para ordenar prioridades. El amor familiar debe existir — pero nunca por encima de la obediencia a Cristo.


La Ansiedad de los Padres: Cuando el Miedo se Disfraza de Fe

Muchos padres espiritualmente maduros luchan internamente:
“¿Será realmente Dios?”
“¿Y si sufre?”
“¿Y si no vuelve?”

Estas preguntas son humanas.
Pero también son reveladoras: a veces, el miedo se disfraza de prudencia.

La fe de los padres de misioneros no es menor — es probada en una profundidad diferente.
María vivió esto cuando Simeón profetizó que una espada atravesaría su alma (Lucas 2:35). Ella entendió que dar a luz al Mesías incluía sufrir al verlo cumplir un propósito mayor que su comprensión.

Los padres de misioneros, de alguna manera, participan del sacrificio. Y Dios lo ve. Él cuenta cada lágrima, honra cada renuncia y visita cada oración hecha en el silencio de la habitación.


El Orgullo Santo: Cuando el Cielo Aplaude tu Entrega

Mientras el mundo mide el éxito por títulos, salarios y estabilidad, el Reino lo mide por la obediencia.
Y cuando un hijo obedece a Dios, los padres tienen el privilegio de ver la eternidad tocar su herencia.

Imagina a Ana entregando a Samuel en el templo.
No lo “perdió” — lo sembró.
Y Dios la recompensó con más hijos y una historia eterna.

“¿Quién ha despreciado el día de las cosas pequeñas?”
— Zacarías 4:10a

Padres, no desprecien el día del envío. Puede parecer pequeño y aterrador — un pasaje de avión, una mochila, un llamado — pero es el inicio de algo que Dios escribió antes de la fundación del mundo.


Cómo Apoyar a un Hijo Misionero (Aun sin Entenderlo Todo)

  • Ora más de lo que cuestionas.

  • Sé un aliado, no un crítico.

  • Mantén comunión constante.

  • Da testimonio con gratitud.

  • Confía en el Dios que lo llamó.

El mismo Dios que guió a Abraham, José y Pablo no se equivoca con la dirección del llamado.


Conclusión: Cuando Dios Escoge a Nuestros Hijos

Padres, cuando Dios llama a uno de sus hijos al campo misionero, también los llama a ustedes a un nuevo nivel de fe.

Se convierten en coautores de la obediencia.
Participan de un legado eterno.
Y aunque no estén físicamente allí, cada oración, cada renuncia y cada “ve con Dios” resuena en el cielo.

Porque, al final, misiones no es solo quien va — sino también quien envía.

“Los padres que entregan a sus hijos al llamado no pierden — multiplican el Reino.”

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