Concducidos por el Pastor

 « El Señor es mi pastor; nada me faltará. »


Esta afirmación no comienza con la ausencia de necesidades, sino con la presencia de Alguien. Cuando David declara: « nada me faltará », no está diciendo que nunca atravesará valles, dolores o pérdidas. Afirma algo más profundo: el Señor no le faltará. Antes de hablar de provisión, David habla de relación.

Nada me faltará porque Él no me faltará.
Si el Pastor está presente, incluso en el valle, no hay ninguna carencia esencial. Puede faltar respuesta, fuerza o comprensión, pero nunca la presencia del Pastor. La seguridad del salmo no se apoya en lo que se posee, sino en Aquel a quien se posee.

Nada nos es prometido fuera de Él.
En realidad, conocemos mucho de la Biblia, pero a menudo olvidamos sus verdades más simples y más profundas.

El Salmo 23 nos lo recuerda. No es necesario traer una « nueva verdad », como si la Palabra estuviera desfasada, sino permitir que Dios renueve nuestro corazón por medio de Su Palabra viva. « El Señor es mi pastor; nada me faltará ».

Cuando leemos este salmo, debemos recordar quién lo escribió. David era pastor. Conocía el oficio, el tiempo, el cuidado, los peligros y las responsabilidades. Hablaba con autoridad del pastoreo. Y es significativo que escriba este salmo en tiempo de lucha, porque a menudo es en la prueba cuando declaramos aquello en lo que realmente creemos.

Entonces surge la pregunta: ¿por qué la necesidad del valle? ¿Por qué pasar por el valle? ¿Por qué caminar en él?
El texto no dice: « si entro en el valle », sino: « cuando camino por el valle ». El valle forma parte del camino. Caminar por el valle no es un accidente; es una realidad de la vida.

En la región donde David apacentaba sus rebaños, el « valle de la sombra de muerte » era un lugar real: desfiladeros estrechos, profundos y rocosos, utilizados como pasos obligatorios entre pastos. No había rutas alternativas. Para alcanzar el destino, el pastor debía conducir allí a sus ovejas. Estos valles eran peligrosos: poca luz, sombras constantes, depredadores ocultos, riesgo de desprendimientos, humedad, enfermedades y sonidos amplificados que aumentaban el miedo del rebaño. El valle no era elegido; era atravesado.

El valle no es el fin; es un medio. Un medio de fe. Un medio por el cual aprendemos a conocernos mejor, a discernir lo que aún debe ser trabajado en nosotros, a madurar hasta alcanzar plena estatura. Es en el valle donde llegamos a ser lo que Dios quiere que seamos, para que Su Palabra se cumpla en nosotros.

Cuando Dios dice: « Tú estás conmigo », afirma que no estamos solos. Esta presencia es fuente de consuelo y descanso. La vara y el cayado tienen significado: la vara enfrenta al enemigo; el cayado rescata a la oveja. Uno protege, el otro guía. La vara defiende; el cayado saca del hoyo.

Espiritualmente, la vara representa la acción de Dios contra aquello que nos amenaza. Es símbolo de autoridad, protección y confrontación del mal. El cayado revela el cuidado cercano: Dios no solo aparta el peligro, sino que se acerca a la oveja herida, cansada o caída. El consuelo no está solo en vencer al enemigo, sino en ser levantados cuando ya no podemos levantarnos solos.

No estamos solos. Esta verdad nos conduce a la sanidad, al fortalecimiento, al crecimiento y a la madurez. Pero es necesario leer, escuchar y permanecer en la Palabra, porque la fe viene por el oír, y el oír por la Palabra de Dios.

Lo que Dios ha preparado para nosotros no es superficial ni meramente emocional. Creer que todo pasará no es autosugestión; es dependencia. No es confiar en uno mismo, sino confiar en Él. Es intimidad. Es realidad. Por eso no temeré; no caminaré sola, porque Él está conmigo.

La presencia del Padre en el valle no nos saca de él inmediatamente, pero nos fortalece para atravesarlo. La sombra no desaparece de inmediato, pero Él no nos deja prisioneros ni nos permite morir en el valle.

El valle sigue siendo valle, pero la presencia del Pastor redefine la experiencia. El peligro sigue existiendo, pero no gobierna el camino. La sombra permanece, pero no tiene la última palabra sobre los que son guiados.

A veces, en el valle, no sentimos nada. Sin embargo, Él está con nosotros. Dios no cambia según nuestro estado de ánimo o emociones. No exige que seamos fuertes todo el tiempo ni que lo entendamos todo. Él está presente en las lágrimas, en los suspiros y hasta en los intentos frágiles de continuar.

« Tu vara y tu cayado me infunden aliento ».

Y el consuelo no es la ausencia del dolor.

El consuelo es saber que, mientras caminamos, hay defensa contra lo que nos ataca y cuidado cuando caemos. Hay confrontación con el enemigo y rescate de la oveja.

Dios no solo ve el valle; interviene en el valle. Nos protege de peligros que ni siquiera vemos. Nos concede victorias en batallas que desconocemos en el mundo espiritual. Nos sostiene cuando nuestras fuerzas se agotan.

Él fortalece al cansado. Cuando no tenemos fuerzas para orar, cuando ni siquiera sabemos cómo orar, Él intercede por nosotros con gemidos indecibles. No somos nosotros quienes lo elegimos; Él nos eligió a nosotros.

Las sombras no son más grandes que nuestro Dios. El valle no es más profundo que Su presencia.
Por eso, no renuncies. Permanece confiado.

Él vela por Su Palabra. Y esa Palabra nos recuerda que Él nos amó primero. La fe es creer en Él, tener la certeza de que cumplirá lo que prometió, en el momento justo y de la manera justa.

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